Lo más triste, es que así es... nos queda muy poco tiempo para disfrutar juntos,
y ese tiempo se ha convertido en una batalla campal, en una guerra mortal,
en una absurda persecución, en una matanza feroz, en una ambición por la razón
que pierde la cordura cada vez que se lanza un grito, se estoca con la espada,
se vulnera el corazón, se comprime el sentir, se ahoga el amor.
Y aún asi, cada boxeador, desde su lado del rin, sabe cuánto lastiman sus golpes
a su contrincante, y sin vacilar se aproxima cual gacela investida por ira, y lanza
sus ataques mortiferos, con una punta venenosa que penetra hasta el corazón,
que ahoga el sentir y mengua los latidos... inmediatamente, una lágrima vacia y solitaria
es derramada por la cuenca del ojo, supurando dolor y destellando agonía, el
derramarse se hace lento y agonizante.